¿Podrá elevar lo digital las mil mesetas de lo cultural? (usando una expresión de Deleuze)

Imagen: Evgeniy Shvets

Hay tensiones sobre esta pregunta. Algunos unen lo digital con hermenéutica; para otros se trata de una capa neoliberal que destruye el sentido de la humanidades. Como en todo lo humano, se trata de extremos; hay superposición y desacuerdo; es nuestra tendencia a lo binario o lo vacío. Lo que si es evidente es la tenue visibilidad de la distancia entre la intelectualidad y el público en general sobre estas materias; esto se ha acentuado con las redes sociales.

Se sostiene que tanto lo digital como las humanidades son formas de pensar. Lo que aún requiere bastante reflexión es la postura de si existe una concepción puramente inmanente de la computación que se resta por completo de cualquier tipo de voluntad consciente o causalidad. ¿Es bueno haber descubierto una nueva forma de pensar si los beneficios de este modo no pueden articularse de manera que se crucen con algo fuera de sí mismo?

Existe una controversia entre investigar la naturaleza de las letras y los números, y centrarse en el uso de letras y números para otros fines. Hay una diferencia fundamental en el método y realmente tal vez incluso en la cultura o el encuadre epistemológico (que, por supuesto, no excluye mezclas e híbridos interesantes).

El enfoque que investiga la naturaleza de las letras y los números busca revelar las condiciones de posibilidad para la digitalidad, si no para los sistemas simbólicos en su conjunto. En cambio, el enfoque que se centra en el uso de letras y números para otros fines tiende a ser más pragmático y, también podría decirse, científico.

El primero tiene como objetivo determinar la naturaleza específica de la digitalidad, mientras que el segundo tiene como objetivo utilizar la digitalidad como vehículo. El segundo enfoque no se preocupa realmente por la cuestión fundamental de la modernidad en cuanto a la condición del conocimiento; lo que le importa es la relativa oscuridad o transparencia de las letras y los números de hermenéutica, es de suponer, solo a la inversa.

Para algunos al contar palabras en Hamlet, se podría aprender más sobre el amor y el dolor. Probablemente se pueda, y tenemos que reconocerlo. Pero no se aprenderá nada nuevo sobre contar. Esa es la diferencia entre los dos enfoques, y creo que gran parte del malentendido entre los dos métodos (o culturas) de trabajar con la digitalidad, se debe a esta diferencia.

Lo que que importa es la forma en que los medios digitales permiten o no reconfigurar su comprensión de la historia a las humanidades.

De la misma manera que los textos de mujeres o minorías fueron ignorados y el feminismo o los estudios multiculturales nos permitieron repensar los cánones existentes, se ha esperado que también exista una recuperación de textos relacionados con la tecnología debido a la aparición de nuestra atención a lo digital. Posiblemente, se llegue a que no haya una separación entre lo digital y las humanidades.

No se trata de salvar las humanidades a través de lo digital, en especial porque las humanidades siempre se han involucrado y han sido fundamentales para la creación de tecnología y sociedad. Pero si es importante que las humanidades desempeñen un papel importante en los “grandes datos” no solo porque lo digital es bueno en el reconocimiento de patrones (porque podemos leer narraciones incrustadas en los datos), sino también y más importante porque se puede ver qué ignoran los grandes datos. Podemos ver las formas en que tantos proyectos de big data se restringen a ciertas bases de datos y términos.

Es indudable que cuando se habla de humanidades se habla de filosofía. Eso sí, tenemos un problema: la existencia de dos culturas: las humanidades y las ciencias. Éstas han estado conectadas y desconectadas de varias maneras durante mucho tiempo, y es mucho exigirle a un estudiante (o cualquiera) que diga “sé bueno en ambas áreas”.

Es esencial comprender la digitalidad como un proceso de distinción.  La filosofía y la digitalidad requieren un acto fundamental en el que algo se divide en dos. Por ejemplo, la metafísica requiere la noción de una división entre esencias e instancias. Y en un chip de computadora, los datos se modelan y procesan mediante diferenciales de voltaje. Esta acción fundamental es importante: distinción, división, decisión o discretización. No tanto el proverbial “cero y uno” de la cultura informática, lo que aquí se referencia es el “uno y dos”, o lo que significa pasar de uno a dos.

Sabemos que el pensamiento puede ser entendido digitalmente. La racionalidad filosófica ha funcionado de esa manera desde Platón, y también lo hace una computadora.  La lógica digital está profundamente arraigada en el núcleo de la filosofía. No obstante, el registro del acontecer se puede hacer como una instancia que no es continua (dominante en filosofía) ni discontinua (dominante en ciencia).

Es posible que este tipo de argumento sea la raíz de la falta de comunicación y de todos los argumentos y disputas que suceden. Algunas personas están comprometidas con los modelos hermenéuticos tradicionales y se sienten amenazadas por las computadoras, mientras que otras son verdaderos engranajes y quieren hacer girar cosas a través de sus máquinas y producir datos.

De seguro, en el estado del planeta, necesitamos ambos enfoques. Necesitamos personas que entiendan la hermenéutica, las teorías de la representación y las teorías de la ideología, pero que también entiendan los sistemas simbólicos y lo que significa decir que hay una forma de escritura que es ejecutable. Es una forma diferente de pensar sobre la escritura y el lenguaje.

Parece indudable el forjar coaliciones conjuntas (friccionales o no) para abordar las relaciones entre lo digital y las humanidades. También implica darse cuenta de que lo más interesante de lo digital en general quizás no sea lo que se ha promocionado como su promesa, sino más bien lo que se ha descartado o rechazado como basura. Tanto lo digital como las humanidades no están exentas de su propia estructura promisoria, su propio ritmo de exageración y decepción. Cada una trabaja en el estado del ser, lo inmanente y lo trascendental, en oposición o complementario. Y lo hace como una agregación suave de entidades heterogéneas o través de la multiplicidad y continuidad.

Se requiere precisar la naturaleza de la digitalidad y también el objetivo de utilizar la digitalidad como vehículo. El desarrollo de la cultura enfrenta la postmodernidad en cuanto a la condición del conocimiento; lo que le importa es la relativa oscuridad o la transparencia de las letras y los números.

Se requiere precisar la naturaleza de la digitalidad y también el objetivo de utilizar la digitalidad como vehículo.

Uno recuerda las historias que nos contaron nuestros maestros sobre las humanidades: contribuyen a la formación de habilidades de pensamiento crítico y a la comprensión de la historia y la cultura, o recuerda incluso la idea, ahora pasada de moda, de cultivar un tipo de sensibilidad moral; y que la literatura es una forma de experimentar empatía y ver el mundo desde una perspectiva que no es propia: todas estas cosas siguen siendo ciertas.

Vivimos un mundo en el que una cosa tiene una interfaz más visual y la otra tiene una interfaz más textual, a veces es un detalle menor, otras no. O consideremos el arte contemporáneo, específicamente los artistas posteriores a Internet, que constantemente son recogidos y eclipsados ​​por la gente común que publica cosas en YouTube.

Por otro lado, tenemos una idea mucho mejor de cómo funcionan las letras y los números en la cultura y la sociedad. En el período de posguerra hemos podido cultivar un sentido rico del componente semiótico y textual de letras y números. También se ha logrado a partir de la digitalidad y su conexión con la filosofía, examinar el Ser en dimensiones previamente no imaginadas. Nos permiten comprender cuándo y cómo algunos pensamientos especulativos permanecen encadenados a una noción particular de la tierra y altamente presentista de cómo funcionan las cosas.

También, sabemos que quién sufre más con una aceleración tecnológica desigual, son los que acceden a una tecnología donde predomina la falta de pensamiento crítico, e indagación de las humanidades y la digitalización, lo que podría hacer posible que las “redes sociales” se pueden convertir en el “opio del pueblo” y en la paradoja de la instalación de la comunicación sin comunicación. En éstas, observamos, extrañas formas de auto-afirmación. Entonces, el lazo de la digitalización y la filosofía parecen esenciales para una profunda comprensión de nuestra época.