Reflexiones tras el Foro “Transición a la Ciencia Abierta” en el Senado de la República
En abril de este año se celebró en el Senado de la República el foro “Transición a la Ciencia Abierta”, un espacio de diálogo entre legisladores, académicos y representantes de organismos internacionales, como la UNESCO y CLACSO. La organización corrió a cargo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y el Senado de México.
Este foro marcó un momento importante para reflexionar colectivamente sobre el rumbo de la ciencia en nuestro país. Se habló de avances, desafíos y, sobre todo, de la necesidad urgente de transformar el sistema científico mexicano para alinearlo con los principios de la Ciencia Abierta.

¿Qué es la Ciencia Abierta?
La Ciencia Abierta es un movimiento global que busca que todo el proceso científico —no solo sus resultados— sea transparente, accesible, colaborativo e inclusivo. Su meta es que el conocimiento se comparta ampliamente y que todas las personas, no solo un grupo reducido, puedan beneficiarse de él.
Aunque los ideales de apertura han acompañado a la ciencia desde sus orígenes, el concepto moderno de Ciencia Abierta tomó forma a finales del siglo XX, inspirado por el movimiento del software libre. Sin embargo, no fue hasta que el avance tecnológico lo permitió —y que la pandemia de COVID-19 visibilizó la necesidad de una colaboración científica sin barreras— que el tema cobró verdadera fuerza.
En 2021, la UNESCO publicó su Recomendación sobre Ciencia Abierta, definiéndola como un conjunto de prácticas y principios que buscan abrir todo el ciclo de la investigación: desde los protocolos y datos, hasta los cuadernos de laboratorio; los modelos computacionales, el software, el hardware y más.

¿Por qué es importante?
Aplicar estos principios permite hacer una ciencia más eficiente, rigurosa y útil para la sociedad. Cuando se comparten datos, se evita duplicar esfuerzos. Cuando se publican resultados negativos, se evita cometer los mismos errores. Cuando se abren los procesos, se construye confianza y se potencia la colaboración.
Durante la pandemia, por ejemplo, los principios de la Ciencia Abierta jugaron un papel clave: gracias al acceso libre a datos, preprints y protocolos compartidos, fue posible desarrollar y validar vacunas en un tiempo récord. Este caso es una muestra contundente de lo que puede lograrse cuando la ciencia se abre.
Acceso Abierto y Ciencia Abierta
Un punto crucial del foro fue aclarar la diferencia entre Ciencia Abierta y Acceso Abierto. El Acceso Abierto es una parte de la Ciencia Abierta, pero no la cubre en su totalidad. El objetivo del Acceso Abierto es que los artículos científicos puedan leerse sin costo por cualquier persona, lo cual es sin duda valioso. Sin embargo, muchas veces este modelo ha sido cooptado por las editoriales científicas, que ahora no cobran a los lectores, pero sí a los autores por publicar.
Esto no cambia el fondo del sistema, sólo reacomoda quién paga. Mientras tanto, los científicos seguimos sin recibir compensación por escribir, revisar o editar artículos, a pesar de que estas labores sostienen una industria editorial multimillonaria.
Cambiar el sistema, no solo abrir el PDF
Uno de los temas más debatidos en el foro fue que no se puede transitar hacia la Ciencia Abierta sin cambiar el sistema de evaluación científica. Hoy en día, los incentivos académicos privilegian la cantidad de artículos publicados en ciertas revistas, por encima del valor social, metodológico o ético de la investigación.
Para abrir verdaderamente la ciencia, debemos reconocer y valorar otras contribuciones: el desarrollo de software, la gestión de datos, la divulgación, la ciencia ciudadana o el diseño de políticas públicas. Estas tareas complementan el trabajo científico tradicional y deben profesionalizarse y recompensarse como tales.
Además de esto, también existe la necesidad urgente de reformar el sistema de publicación científica, que opera bajo un modelo heredado del siglo XVII. Con las herramientas digitales que tenemos hoy, es perfectamente posible imaginar y construir otras formas de comunicar la ciencia: más ágiles, más justas y más abiertas.
Una invitación a innovar desde México
México no puede —ni debe— esperar a que otros países propongan los modelos del futuro. Tenemos el talento y la creatividad para diseñar nuevas formas de hacer y compartir ciencia, adaptadas a nuestra realidad. Para lograrlo, es imprescindible invertir en infraestructura abierta: plataformas, servidores, repositorios, formación y recursos humanos que permitan a los investigadores adoptar prácticas abiertas sin barreras técnicas.
Si bien en algunas disciplinas esto puede ser más complejo, especialmente en aquellas que dependen de equipo especializado, ya existen opciones accesibles como el uso de software libre (Python, R), plataformas como Zenodo u Open Science Framework, y redes de colaboración entre pares.
Conclusión
La Ciencia Abierta no es utopía. Tampoco es posible bajo el sistema científico actual. Para hacerla realidad, necesitamos transformar nuestras políticas, invertir en infraestructura y cambiar los incentivos con los que medimos el éxito académico. El foro “Transición a la Ciencia Abierta” fue un paso importante en esa dirección, pero el camino aún es largo.
Como comunidad científica, tenemos la responsabilidad de imaginar y construir un sistema más justo, más colaborativo y más útil para la sociedad. La ciencia abierta no solo es deseable, es una necesidad urgente.
Foto de portada: Foto del sitio oficial de comunicación social del Senado (https://comunicacionsocial.senado.gob.mx/multimedia/galeria/11508-foro-transicion-a-la-ciencia-abierta)