Texto leído en la ceremonia de entrega del premio “Alonso Fernández González, edición 2023”
a las mejores tesis de posgrado de la Unidad Mérida.
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Alonso Fernández González nació en la Ciudad de México un 26 de octubre de 1927. Su padre murió cuando tenía 3 años y su madre, una mujer inteligente, sacó adelante a sus tres hijos dándoles carrera universitaria.
Alonso estudió ingeniería en la ESIME del Politécnico. Se recibió en 1951 y poco después se fue a trabajar en el mantenimiento y operación de una estación de televisión en Matamoros, actividad que no le entusiasmaba. Una mañana lo llamaron para invitarlo a colaborar en el Instituto de Física de la UNAM en el ensamblado y puesta en marcha del primer acelerador de partículas que hubo en México. Por supuesto, aceptó inmediatamente e ingresó al Instituto Física de overol y abriendo cajas para sacar cuidadosamente las partes del equipo. Entonces, no sabía nada de física de partículas, pero le interesó profundamente y la estudió con entusiasmo.
En 1953 se casó con Ma. Victoria Guasti y muy pronto ganó una Beca Fullbright que le permitió ir al California Institute of Technology (Caltech). Llevaban a su pequeña hija, Teresita, de 40 días de nacida. Desgraciadamente, él confesaba, era demasiado joven e inexperto, lo que le impidió aprovechar a plenitud la valiosa oportunidad. Recibió algunos créditos, adquirió experiencia y regresó a México.
A los pocos meses, recibió una beca del Consejo Británico y se fue a estudiar a la Universidad de Manchester en Inglaterra. Su segundo hijo, Manuel, nacería allá en mayo de 1956. Alonso Fernández González encontró el medio propicio para aprender y trabajar con entusiasmo y dedicación. Con el grado de doctor en ciencias volvió a la UNAM en 1958, fue contratado como investigador, ya estaba mejor preparado y con más confianza en sí mismo. A su vuelta a la ciudad de México encontró a su tercer hijo, Alonso.
En el Instituto de Física, no se cultivaba el estado sólido, por lo que diseñó y construyó un dispositivo que permitió crecer monocristales con estructura sencilla y estudiar el proceso de ruptura eléctrica en el seno de sólidos. Con gran dedicación al trabajo, los jóvenes recién graduados de la licenciatura en física empezaron a ingresar a su grupo.
En un ambiente de compañerismo y cordialidad, tuvo el honor de ser nombrado director del Instituto de Física de la UNAM en 1971. Desempeñó el cargo con gusto dado el alto nivel de los miembros del Instituto. Era agradable discutir con ellos las acciones a tomar.
En 1974 fue invitado a ser el rector fundador de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana. Le atraía la oportunidad de formar y dirigir una institución con criterios actualizados, eligiendo colaboradores del más alto nivel. Para ese trabajo, hubo que empezar desde la planeación de los edificios, las instalaciones especiales requeridas y el equipamiento básico para enseñanza e investigación. Decidió que la naciente Unidad contara con tres divisiones: Ciencias Básicas e Ingeniería, Ciencias Biológicas y de la Salud y Ciencias Sociales y Humanidades.
Fundación de la Unidad Mérida del Cinvestav
Al terminar su responsabilidad como rector de la UAM Iztapalapa en 1978, Alonso Fernández González sintió que podría contribuir al avance de la ciencia en otras ciudades de la República, y vino a trabajar a la Universidad de Yucatán, en el área de Medicina Nuclear, en el Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi. Ese cambio estuvo acompañado de su matrimonio con la Sra. Margaret Loggie, diplomática canadiense que durante varios años fuera cónsul de su país en la península de Yucatán.
En 1979, el Patronato del CINVESTAV, presidido por el doctor Héctor Mayagoitia, director general del IPN, apoyó la propuesta del entonces director del CINVESTAV, para iniciar un visionario programa para descentralizar y promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el sureste. Unos meses después, el 15 de marzo de 1980, en la ciudad de Mérida, Yucatán, se fundó oficialmente la primera Unidad foránea del CINVESTAV. El doctor Manuel Ortega designó como director fundador al doctor Alonso Fernández González por su amplia trayectoria y experiencia académica y administrativa, así como por su constante inquietud por impulsar la investigación en México.
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Cita del Dr. Alonso Fernández González:
A finales de la década de los setenta del siglo pasado, la inmensa mayoría de la investigación científica se desarrollaba en la capital del país. Por ello, para fundar la primera Unidad foránea del CINVESTAV hubo que empezar por crear la infraestructura humana y material que apoyaría el desarrollo de la investigación científica en lugares alejados de la ciudad de México, que tuvieran las posibilidades de ser un nicho fértil para el impulso de ideas y tecnologías originales, que redundaran en el beneficio de la región.
Elegimos Mérida, ya que, a pesar de su lejanía del centro del país, cumplía con algunos requisitos prácticos para funcionar como polo de desarrollo. Yucatán es un sitio de originalidad que nos recibió con generosidad. Durante el periodo de nuestro asentamiento entendimos su cultura, sus tradiciones y su creatividad que, en algunas ocasiones, hicimos nuestras.
Con el paso de los años, ya no nos sentimos ajenos ni al ambiente ni a la manera de pensar de la población yucateca. Son discutibles las carencias de las ciudades pequeñas y poco industrializadas para establecer centros de investigación. Estos entornos cuentan con ventajas como fue, para el caso de Mérida, estar en contacto con los problemas y los recursos locales, además de haber encontrado siempre una actitud positiva y amigable de la población yucateca.
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En un ambiente entusiasta con deseo de superación y una buena calidad humana, se pueden lograr las condiciones adecuadas para desarrollar la originalidad, independientemente del tamaño o características de la población que nos acoge. Es importante hacer notar que las ciudades medianas y pequeñas, como lo era entonces “la ciudad blanca”, ofrecen un excelente medio para pensar profundamente, pues las tensiones son mucho menores que en los grandes centros de población e instituciones numerosas.
La elección de los temas de trabajo fue de la mayor importancia, pues hubo que tomar en cuenta los proyectos cuyos resultados beneficiaran a la sociedad local. Consideramos que para comenzar una labor que despertara interés, era conveniente elegir problemas aplicados o dirigidos hacia un fin previsible en un tiempo razonable, evidentemente sin disminuir la importancia de la investigación básica.
De manera natural, convenía trabajar en campos que enriquecieran el conocimiento, aunque hubo que tener sensibilidad para sugerir actividades que condujeran al progreso regional. Siendo Yucatán una península, fue evidente que se eligiera el estudio de la interacción mar-tierra, lo cual pudo hacerse con un mínimo de interferencia con el medio natural. En este sentido, se pensó explorar los campos de la acuacultura y de la energía, éste último enfocado a aquella generada por el mar y por el viento.
El doctor Alonso Fernández González inició el desarrollo de la Unidad en un predio rentado, ubicado en la calle 82 (entre las calles 65 y 67) del centro de Mérida, para lo que contó con el apoyo de investigadores, técnicos y administrativos. Sin embargo, durante este mismo año, gracias a su incansable gestión y con el apoyo del doctor Francisco Luna Kan, el 16 de diciembre de 1980 se hizo realidad el esfuerzo invertido, al publicarse en el Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán el decreto número 396 en el que se autoriza al ejecutivo, segregar el predio marcado con el número 101 de la calle 13, carretera Mérida a Progreso, en el fraccionamiento Xcumpich, con una superficie de aproximadamente cuatro hectáreas, para ser donadas al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, con la finalidad de que se construyera la Unidad Mérida.
Con la construcción de la dirección, la biblioteca, el comedor, el auditorio principal, el taller, un edificio con oficinas y ocho laboratorios para investigadores, inició el desarrollo de la Unidad.
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Cita del Dr. Alonso Fernández González:
Se trabajó con entusiasmo en el diseño y la construcción de los diversos edificios, cubículos y laboratorios, con características mecánicas y térmicas, que al paso de los años y con la experiencia, demostraron sus bondades. En la Unidad Mérida se promovieron los conceptos de convivencia y de trabajo en equipo.
En esta Unidad del CINVESTAV se puso especial énfasis en la formación de jóvenes. Esta actividad ocurrió precisamente en el medio en donde se encontraron los problemas y los recursos de estudio, lo que promovió el ingreso de alumnos yucatecos. Una vez más, se siguió la idea de formar investigadores investigando. Se avanzó de manera sólida y pausada hacia un estilo de trabajo enfatizando las ideas originales, la auto-evaluación y el aprovechamiento de las experiencias para consolidar el proceso creativo.
Para que el esfuerzo en investigación se justifique, debe tender a la excelencia, independientemente del lugar y del entorno. Generalmente se manda a elementos capaces a trabajar en buenas instituciones en el país y en el extranjero, y después se espera que estos buenos elementos, más maduros y mejor preparados, regresen a su lugar de origen y contribuyan a enriquecer el medio intelectual del que salieron. Esto frecuentemente sucede, pero en ocasiones, por desgracia, los jóvenes brillantes deciden permanecer en el lugar en donde se cultiva la ciencia y la tecnología a muy alto nivel. Es frustrante que ellos rehúsen volver, porque temen no poder seguir publicando en una escala tan avanzada como lo hacen en aquellas instituciones, en donde encuentran magnificas facilidades de trabajo y donde reciben buenos ingresos.
En 1981 se incorporó el doctor Ernesto Chávez Ortiz al Departamento de Recursos del Mar y fue nombrado formalmente como primer jefe de departamento. Posteriormente se integraron diferentes investigadores y para finales de 1982, se encontraban laborando en ese Departamento el doctor Ernesto Chávez, Luis Capurro, Víctor Salceda, Cristina Chávez, Carlos Martínez, Manlio Herrera, Luis Sauto, Esperanza Hidalgo, Miguel Angel Olvera, Francisco Arreguín, Miguel Izaguirre, Julio Sánchez y Juan Treja.
Se contó con la valiosa ayuda de los directivos de Ciencias de Mar de la UNAM, quienes generosamente permitieron el uso de su buque oceanográfico, especialmente diseñado y construido para realizar estudios marinos, lo cual fue un importante apoyo. Era un excelente laboratorio flotante.
En el Departamento de Energía, el doctor Alonso Fernández González junto con el biólogo José Antonio Mendoza, iniciaron los trabajos de investigación con un proyecto sobre el secado solar del pescado. Fue en julio de 1981 que comenzó formalmente el Departamento de Energía con la llegada del doctor Héctor Riveros Rotge, investigador del Instituto de Física de la UNAM, quien por invitación del doctor Fernández dedicó un período sabático para fungir como el primer jefe del departamento. Posteriormente, se integraron otros investigadores y para 1982 se contaba con el ingeniero en electrónica Roeland Olaf Roas Karlsen, el doctor José Baldomero Rodríguez Franco y el ingeniero Fernando Berdichevsky Porteny.
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La consolidación del Departamento de Energía no se dio, debido a la dificultad para contratar investigadores de alto nivel en los temas que se plantearon. Así, fue hasta 1987 cuando el Departamento de Energía se transformó en Departamento de Física Aplicada bajo la dirección del Dr. Juan Luis Peña.
También en 1987 entró en funciones la sección de Ecología Humana con el objeto de estudiar y entender la relación sociedad-naturaleza de la región. Es decir, las formas en que la sociedad concibe y transforma la naturaleza y su impacto, tanto sobre los ecosistemas y recursos naturales como sobre las poblaciones humanas. El desarrollo de las investigaciones arrancó bajo la coordinación de los doctores Raúl Munguía, Eckart Boege, Gilberto Balam, Federico Dickinson Bannack y María Dolores Cervera Mandujano.
El Dr. Luis Capurro escribiría sobre el origen de la sección de Ecología Humana lo siguiente: “La creación del área de Ecología Humana en nuestra Unidad (y creo que fuimos de los primeros del país en incorporar esta novedosa área de la ciencia en una institución con mentalidad disciplinara, lo que revela la visión de Alonso Fernández González) nos ayudó a considerar que el impacto social es finalmente la meta de toda la ciencia, ya que afecta al último escalón del ecosistema natural, a saber al Homo sapiens. La aparición del concepto de sustentabilidad de todo nuevo desarrollo humano dio mucho mayor énfasis a ese nuevo enfoque de la ciencia, y en particular de la ciencia ambiental.”
Seguimos con otras ideas tomadas de la tesis de la Dra. Ivett Liliana Estrada Mora, exalumna de doctorado del Departamento de Investigaciones Educativas que investigó sobre la historia de la fundación de la Unidad Mérida del Cinvestav: “La apertura de una Unidad Mérida del Cinvestav, representó la posibilidad de contar con un centro con dedicación exclusiva a las tareas de investigación y de formación de estudiantes de posgrado, cuyo valor por sí mismo es indudable para el sureste de México; pero además, en su creación existió la consideración del papel de la actividad científica con una función social orientada al desarrollo regional.
En este sentido el Dr. Alonso Fernández González, como primer director, fue sensible al desarrollo regional, sabiendo reconocer en todo momento cómo promover una actividad científica que fuera de provecho para la población. A 38 años de la creación de la Unidad Mérida, creo que es importante que los actuales estudiantes del Cinvestav-Mérida reconozcan esta impronta dejada por el primer director, y que promueva la reflexión sobre las investigaciones que emprenden.”
Cita del Dr. Alonso Fernández escrita con motivo de la celebración del XXX Aniversario de la Unidad Mérida:
La experiencia en Yucatán resultó muy enriquecedora tanto para un servidor como para otros colaboradores, quienes literalmente nos enamoramos del proyecto y colmó nuestras existencias.
Un abrazo muy fuerte para mi querida Unidad y para los hermanos yucatecos con quienes convivimos muchos y fructíferos años.
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A finales de la década de los ochenta, el Dr. Alonso Fernández González dejó la dirección de la Unidad Mérida del Cinvestav y se reubicó en Oaxaca, donde no aceptó ningún puesto directivo, pues como él decía, quiso regresar a la trinchera, y fue sencillamente profesor de la unidad del Politécnico, CIDIIR Oaxaca. Empezó por visitar el Tecnológico de Oaxaca y la Universidad Autónoma del Estado, dando varias pláticas que describían la posibilidad de realizar investigación y la formación de un posgrado en ingeniería, desarrollando nuevos métodos y materiales de construcción de casas, clínicas, escuelas y puentes fuertes, durables y económicos para una región altamente sísmica. Participó en la formación de un grupo de excelencia, que publicó en la literatura especializada e hizo contribuciones en congresos de nivel internacional.
Años después, ya jubilado, se trasladó a Cuernavaca donde falleció un 19 de febrero de 2014 a la edad de 86 años. Dejó un legado notable, la fundación de dos centros de educación superior importantes (la UAM-Iztapalapa y la Unidad Mérida del Cinvestav). Fue un hombre de su tiempo, muy interesado, incansablemente entusiasta, un padre cariñoso que siempre se preocupó por sus hijos y sus nietos con quienes mantuvo una muy buena relación. Gustó del arte tanto como de la ciencia; hizo escultura toda su vida como una forma de expresión artística. Dejó, además, la idea de que se otorgara parte de sus recursos para apoyar a los jóvenes investigadores: siempre creyó en ellos, sobre todo en aquellos sinceramente interesados en la actividad académica.