El 6 de marzo de 1869 Dmitri Mendeléiev presentó ante sus pares la primera versión de la tabla periódica de los elementos químicos; se conocían entonces la mitad de los que hoy conocemos y el químico ruso los colocó en 6 columnas o familias, donde los miembros de cada columna tenían propiedades similares o periódicas. Esta sencilla idea para armonizar de forma periódica el catálogo de átomos que posee —o que forma— el universo, fue fundamental para la ciencia en general y para nuestra civilización. Entendimos, y continuamos aprendiendo día con día, cómo una centena de elementos químicos puede formar las más de 100 millones de sustancias que hoy conocemos y dan lugar a toda la manifestación de la materia conocida y por conocer. Entendemos cómo estamos hechos, de qué está compuesto lo que nos alimenta y nos alivia, cómo podemos crear energía y almacenarla, cómo podemos hacer materiales para una cosa u otra.
Así que el año 2019 era una efeméride que había que festejar y la UNESCO nos dio la pauta. ¡Hágase una fiesta! Habían transcurrido 150 años de la propuesta de Mendeléiev y teníamos que celebrarlo en todo el mundo. No sólo la idea, sino la evolución de ésta. De los 64 elementos que se conocían en 1869, ahora conocemos 118. Y la cuenta sigue. Además, en estos 150 años no sólo hemos extendido la tabla periódica a 18 columnas; también hemos indagado las propiedades de cada uno de los elementos.
A la fiesta mundial se unieron muchos países. La comunidad científica se las ingenió para hacer murales, obras de teatro, videos, documentales, esculturas. En México también se anunciaron eventos para la celebración. La revista C2 hizo la convocatoria para escribir sobre cada uno de los elementos. Y fue un éxito. De forma coloquial, ligera, aunque seria, es decir amena y para todo público, la historia y avatares de cada elemento fueron apareciendo en las páginas digitales de C2. Desde el hidrógeno creado en el big bang, hasta el oganesón creado en el laboratorio; desde el helio, que trepa paredes como lagartija atómica, hasta el uranio, famoso como las hermanas Kardashian; y el oro, al que vemos amarillo porque sus electrones son relativistas. Descubrimos que el estroncio no sólo es un apodo horroroso, sino que puede competir con el calcio por un lugar en los huesos, y que el titanio es vanidoso y quiere bailar con la plata. Y no quedaron fuera elementos que nadie conoce, como el astato, el lutecio, el disprosio. Si Mendeléiev viviera, quedaría espantado con lo que se metió en su tabla.
En resumen, el entusiasmo con el que festejamos el año internacional de la tabla periódica quedó cristalizado en un libro formidable que fue editado por el Fondo de Cultura Económica. Y ya está en librerías. Será presentado el 31 de julio a las 13 horas, en el auditorio José Adem. Las autoras y autores del cobre, el arsénico, el platino, el helio, el xenón, el estroncio, el radón, el oro, el bario y el germanio estarán ahí.
Traigan sus tazas, que habrá protones y neutrones para llenarlas hasta el tope.